sábado, 21 de noviembre de 2015

"La vida secreta de las palabras"

Y llega la tarde del domingo. Unas horas que algunos dedican a descansar para recibir con energía los próximos cinco días, otros a poner al día todo lo que planearon hacer el fin de semana pero un sentimiento llamado pereza se lo impidió, y en las que otros encontramos unos minutos para reflexionar…
Últimamente me doy cuenta de que procuro vivir más. Más emociones, más sensaciones, más estrés y nerviosismo, y más valentía de cara a ciertas situaciones. Acabo el domingo de la misma forma que empiezo el lunes, con una simple pero potente idea de optimismo: ¿qué tiene de bueno esta semana y qué ha tenido la pasada? De cara al futuro cercano, en el que por desgracia este texto ya no tendrá mucho valor, se nos presenta una nueva festividad, nada menos que cinco días no lectivos (al menos a los universitarios) comenzando desde el viernes 4 hasta el martes 8 de diciembre. Un largo puente, típico de este próximo mes, gracias a la existencia de la Constitución Española, que un servidor usará para decorar su hogar de cara a  Navidad.
Por otro lado, añadiendo motivos para procurar sonreir, en ese puente vuelve la liga al José Zorrilla; un Real Valladolid con cada vez más optimismo nos intentará deleitar a los más fieles con una buena tarde de fútbol.
Pero ¡ah!, casi se me olvida, los lunes que tanto odia la gente…  Para mí, el día de mañana no será menos que el día de volver a recordar. Volveré a ver “La jornada Pucela” en directo, a saludar en persona a Manuel Centeno y Marina Marcos y a disfrutar del making off de la televisión. Todo esto, de cara al futuro. 
En lo que respecta al pasado, esta semana me ha servido para darme cuenta que sólo hacen falta unas horas para que, sin conocer apenas a alguien, ya desees saber más de esa persona. En ocasiones ponemos la mano en el fuego y nos quemamos, pero sólo necesitamos que nos la cojan una vez para conseguir ser ignífugos. He aprendido a no desmadrarme a la primera, a ver la vida desde fuera para evitar engaños y a escribir desde el alma para intentar llegar al tuyo.
Podéis creer mis palabras o no, a fin de cuentas no me veis escribirlo. Pero para quienes se fíen no dudaré en volver a sentarme en esta silla, abrir el portátil y usar mis dedos para hablaros de mí. Estos párrafos quizá distan de mi forma habitual de escribir más profunda y melancólica, pero creo que reflejan el poder que ahora mismo siento en mi interior. Un valor que en cualquier momento puede evaporarse, pero con vuestro permiso lo disfrutaré para, en momentos de mayor debilidad, usarlo y levantarme.

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