Me hubiera
gustado empezar este texto con otras ideas, con otro sabor de boca,
compartiendo contigo una gran alegría acompañando a una mejor visión de futuro,
pero te mentiría si intentase escribir fingiendo algo inexistente.
Tarde mucho en volver a escribir, en efecto, y os contaré por
qué sin profundizar demasiado…
Antes de navidades, me prometí a mí mismo un objetivo: “demostrarme
que soy capaz de conseguir lo que me propongo y, como premio, celebrar mi
vigésimo primer aniversario con un pequeño sueño, viajar con el Real
Valladolid, en este caso a Alcorcón”.
Por desgracia a veces la vida te exige más de lo que crees
que puedes dar. Llegas a lo mínimo, a lo honorable; pero cuando toca
diferenciar lo “bueno” de lo “prodigioso” tropiezas en un asfalto mal construido
pero sabiendo que, en el fondo, la culpa es tuya por no fijarte bien.
Ilusión y esperanza, ambas palabras ligadas al optimismo y
sin las cuales no se puede vivir feliz. Con ellas empecé este prometedor año,
pero según parece mi frasquito de felix felicis
(suerte líquida) no era tan duradero como creía.
No volveré a escribir hasta que se resuelva la
incógnita, allá por principios de febrero, ya sea con una inmensa alegría o con
el alma algo decaída, pero puedo prometer y prometo que vendré cargado de
emociones.
Finalmente, espero que la vida vuelva a darme luz para saber
por dónde caminar, que los astros se junten para volver a obrar lo que parece
imposible y que el Pucela se aúpe en la clasificación. Será señal de que hay
cosas increíbles que pueden suceder, será señal de que David puede volver a
vencer a Goliat y me dará fuerzas para acabar lo que hace un año comencé.
Que la vida me quite la niebla del camino, ya me encargaré yo
de dar los pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario