martes, 1 de mayo de 2018

"Cinco años después..."

Ya en mayo, ya en fiesta, ya cerca de la última tranquilidad (puente de mayo), de la transformación en adulto, en profesional y de recibir una nueva visión de la vida, de cada día.
Cuando comencé la carrera de Enfermería, que por suerte no era correr, sino estudiar y practicar la atención al paciente, me sentí tan cómodo, animado y emocionado como nunca antes. Entré en la universidad, me unía a agradables compañeros con bastante valor, y a una profesión que me enseñaba cómo imitar a quienes me cuidaron cada vez que me ingresé en un hospital de Madrid.
"Todo chicas, a saber cómo serías, o tímido o salido", ninguna de las dos tristes cualidades. Me animé, comencé a destruir mi timidez social, porque no se había entrado gracias a los padres, sino mediante el aprecio a Enfermería y la capacidad intelectual necesaria para entender cada proceso.
Siempre hay situaciones desagradables y también apreciables, pero... ¿cuál destacaría?, esta etapa los bonitos detalles como la socialidad (después de abandonar un lugar con base dolorosa, pero que me enseñó), la herencia del gusto por la sanidad por parte de mi padre y madre, y similar al de mi hermana, la recepción de valores para ser profesionales y personas, y sucesos que me hicieron ver la luz tanto por varias chicas (concretamente la primera relación con una amiga cuyo corazón fue -metafóricamente-, el más grande que he conocido), como mi caída en plenas prácticas que, para revisar mi recuperación, me preguntaron varios familiares y profesores si deseaba seguir la carrera o descansar, así como cambiar de camino, pero comprendí que lo que sufrí es también más conocimiento del sufrimiento del paciente, y un privilegio para poder cuidarles más.
Sufrí la vuelta a las clases hace casi dos años, teniendo que estudiar, dos meses después, sobre el mismo peligro que pasé (costó, no era fácil entenderlo y cambiar el miedo por el interés al recordarlo), tuve que aguantar molestias craneales (y sigo, sobretodo de noche), y empezar a demostrar conocimientos, con un muñeco sí, pero realizando pruebas virtuales que recibí mientras estuve ingresado en Valladolid. ¿Igualmente disfruté?, sí, porque varias compañeras, concretamente a las que sigo vitalmente unido, me distrajeron de los malos recuerdos en la propia facultad, y comencé a sonreír.

En invierno, como ya mencioné en otros artículos, sufrí un desánimo debido a la oscuridad, perdiendo parcialmente mi pasión por la Navidad hasta que volvió la primavera. Un buen verano que también me mejoró, en parte por mis cuatro amigos como compañeros del viaje hacia el norte.

También destacar un compromiso de dos familiares, que aportaron más alegría a mi familia, el inicio de mi nuevo blog sobre el Real Valladolid uniendo mi escritura con mi pasión por la creación y edición de vídeos y, después de acabar las fiestas en septiembre, volví a enfermería, a practicar, a ser yo de nuevo el enfermero en vez del paciente.
Comencé con Hemodiálisis, con estrés, miedo y fobia al lugar, pero se me ayudó y, junto a mi esfuerzo conseguí la evaluación que se me hizo de notable. Posteriormente seguí rotando por varias plantas, a destacar Psiquiatría (me encantó por mi mentalidad), Atención Primaria (muy tranquila, y ahí aprendí a sacar sangre), Urgencias (mi forma de ser unida a la función de dicha área, realizando los procedimientos de forma notable y adorando tanto los "Triages" como la "Sala de vigilancia") y, para acabar, en Maternal, donde empecé hace unos días y mi cariño como persona lo transmito a cada bebé en sus cuidados.
Mis valores, experiencia en la vida, forma de ser y, según varias pacientes, mi físico, me han formado (y seguiré practicando más) con buen nivel para representar Enfermería. Poco a poco, empezando como "novato", pero profesional, los pacientes que reciba tendrán la suerte de que, pase lo que les pase, no se sentirán sólos ni con ganas  de desistir.

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