domingo, 24 de enero de 2016

"Si el orgullo es doble, doble es la caída"

 Me hubiera gustado empezar este texto con otras ideas, con otro sabor de boca, compartiendo contigo una gran alegría acompañando a una mejor visión de futuro, pero te mentiría si intentase escribir fingiendo algo inexistente.
 Tarde mucho en volver a escribir, en efecto, y os contaré por qué sin profundizar demasiado…

 Antes de navidades, me prometí a mí mismo un objetivo: “demostrarme que soy capaz de conseguir lo que me propongo y, como premio, celebrar mi vigésimo primer aniversario con un pequeño sueño, viajar con el Real Valladolid, en este caso a Alcorcón”.

 Por desgracia a veces la vida te exige más de lo que crees que puedes dar. Llegas a lo mínimo, a lo honorable; pero cuando toca diferenciar lo “bueno” de lo “prodigioso” tropiezas en un asfalto mal construido pero sabiendo que, en el fondo, la culpa es tuya por no fijarte bien.

 Ilusión y esperanza, ambas palabras ligadas al optimismo y sin las cuales no se puede vivir feliz. Con ellas empecé este prometedor año, pero según parece mi frasquito de felix felicis (suerte líquida) no era tan duradero como creía.

 No volveré a escribir hasta que se resuelva la incógnita, allá por principios de febrero, ya sea con una inmensa alegría o con el alma algo decaída, pero puedo prometer y prometo que vendré cargado de emociones.

 Finalmente, espero que la vida vuelva a darme luz para saber por dónde caminar, que los astros se junten para volver a obrar lo que parece imposible y que el Pucela se aúpe en la clasificación. Será señal de que hay cosas increíbles que pueden suceder, será señal de que David puede volver a vencer a Goliat y me dará fuerzas para acabar lo que hace un año comencé.
 Que la vida me quite la niebla del camino, ya me encargaré yo de dar los pasos.